La seducción es y será para mí un arte fascinante y maravilloso que he practicado tanto consciente como inconscientemente. Pero el ejercicio del cortejo es algo diferente: un enigma, un misterio lleno de recovecos desconocidos que nunca se me había ocurrido descubrir. La diferencia entre cortejo y seducción, en mi particular perspectiva, tiene que ver con lo obvio y lo sugerido, con lo concreto y lo simbólico, con lo elemental y lo elaborado. Sin embargo hay etapas en la vida de una mujer en que eso de la seducción parece que se alejara, de hecho creo que realmente se aleja: junto con los hombres. Hay diversas razones por las que los hombres se alejan de una y primordialmente lo hacen cuando una no los quiere cerca.
Pero un día amaneció y de pronto tuve la nostalgia de aquellas historias de seducción, de que apareciera alguien que me diera “santo y seña” y yo me dejara seducir para caer en exaltación. Pero debo confesar que no apareció nadie y yo seguí esperando. De pronto una tarde de jueves, en pleno centro de Caracas, el azar hizo que casual y circunstancialmente me encontrara con un viejo amigo que tenia meses, muchos meses, que no veía. Nos saludamos, nos hablamos, caminamos y nada paso, hasta nos sentamos y nos tomamos un café y nada pasó, pero de pronto, un detonante... acaso una mirada, un roce, una palabra, alguna insinuación, una canción, una sonrisa... No lo sé, pero mi cuerpo comenzó a dar señales que tenía tiempo no recibía: el vértigo en la boca del estomago, la respiración acelerada, las palpitaciones, mi piel con necesidad de su cercanía. Me asusté, me angustió que mi entrañable amigo se convirtiese en el objeto de mi deseo. Cómo fue que mi amigo había entrado al campo de juego de mi deseo. Recordé el poema de Rafael Cadenas “y un día de tanto verte, te vi.”. Me mantuve a distancia y hasta me alegré cuando él pidió la cuenta y nos tuvimos que ir, porque si hubiese sido por mí me hubiese quedado sentada abstraída mirándolo, buscando, en él y sus alrededores, lo que me estaba embelesando. Nos retiramos mientras yo evitaba algún roce, algún contacto. Me llevaron hasta el estacionamiento donde estaba resguardada mi carrita y me fui. Suelo tener la particularidad de que cuando llego a casa me transformo, soy sobre todo hija y madre. Estuve con mi mamá y mi hija, olvidada del asunto, hasta que el sueño me venció y entonces mi inconsciente, francamente desinhibido, puso en imagen y sonido mi deseo.
Luego de ese sueño me invadió una suerte de delirio erótico e inicie una embestida loca de mensajería de texto, donde proponía, declaraba, forzaba. Creo que violenté e intimidé, fui francamente mediocre, totalmente torpe y me avergoncé y me disculpé y me retire. Sin embargo, solo habían pasado unas escasas horas cuando regresó a mí la misma idea parásita con nombre de hombre y sonreí ante la idea de seguir cortejándolo aunque fuese de manera tan torpe. Lo imaginaba leyendo los mensajes algo atareado, lo imagine molesto por aquella invasión a su intimidad, a sus espacios laborales; lo imaginé en una reunión importante, de esas en las que se decide el destino del país, leyendo un mensaje cursi, romántico y empalagoso y me pareció de lo más interesante vivir esa experiencia, al menos era un juego que no había jugado. Seguí mandando mensajes a diestra y siniestra entre media mañana y media tarde, después de las cinco la historia se cerraba, enviaba un mensaje por día y nunca recibí respuesta. Hoy viernes, una semana después que se iniciara este Episodio Psicótico Breve, envié el ultimo mensaje y lo invite a almorzar: él pondría la fecha, sólo la fecha, pero igual no recibí respuesta. Conocí la indiferencia, el rechazo, el desprecio en el vacío del silencio. No me gusto ese juego en el que faltaba el Otro.
Entonces, después de terminar con las funciones que designan los roles domésticos, tome mi libro para comenzarlo a leer (La Biografía de Gandhi) , prendí un cigarrillo y me serví una taza de café; trate de leer, pero termine pensando en el cortejo y esta nueva posición que había jugado por algunos siete días y con la cual no había conseguido nada y me retiraba fracasada. Recordé las oportunidades en las que yo había estado del otro lado del campo, recordé: cuando Roberto me dijo que le diera tiempo, que Roma no se construyo en un día, que él cambiaria y yo no pude sino reírme imaginándolo construyendo Roma; recordé la cara de José Luis cuando le dije que él me caía muy bien pero era algo extraño: cuando él estaba no quería que se fuera pero cuando no estaba no quería que se apareciera, y él desapareció; cuando le dije a Miguel Ángel que él me parecía sumamente consentido para mi gusto, que para él iba bien una de quince (yo tenía diecinueve); cuando le di a Douglas mi dirección incorrecta por tres oportunidades y cuando le dije, al entregarme un poema, que mejor siguiera siendo Cirujano; cuando le dije a Jesús que dejara el drama que yo no era Lupita Ferrer; cuando le dije a Andrés, después que el me pidiera mi teléfono para llamarme el día de mi cumpleaños, que yo no estaba interesada en sus Felicitaciones; cuando le dije a José que lo que pasaba era que a mi me angustiaba su dificultad para respirar y no lo soportaba muy cerca (era asmático y atópico); cuando le dije a Jorge que me parecía un Psicópata; cuando dejé que mis hermanas atendieran al primer Jorge y yo nunca salí de mi habitación; cuando no sé que le dije a Juan Carlos que no me lo perdono; cuando después de acompañar a Nelson hasta la Maternidad Concepción Palacios, con objetivos muy particulares y antes que estos se cumplieran, me fui y le deje mi despedida en la recepción; cuando le dije a Moisés que no tratara de adivinarme y se llevara sus rosas y sus chocolates que yo no era tan cursi; cuando no conteste mas las llamadas de Johnny y lo volví a ver unos seis años después. Recordé que hace poco mi sobrinito de 16 años le pidió a su mamá que lo enseñara a bailar y después le pregunto:
- ¿tengo que sacar a bailar a las muchachas?
- Si!
- Y si me rechazan.
- Pues sacas a otra.
Recordé que hace años un amigo se estaba separando de su segunda esposa y al ir a visitar al hijo que tenia con su primera esposa ésta (que debió haberse enterado de su separación) comenzó a seducirlo, mi amigo me dijo:
- Te confieso que ganas de pasar la noche con ella no me faltaban, pero yo sabia que si yo dormía con ella esa noche, ella se iba a ilusionar y yo no tenia pensado volver con ella. No sabes lo difícil que fue decirle que no.
- Te lo creo y es que si los hombres dicen que No son maricos y si las mueres decimos que Sí somos putas.
Esta noche, como nunca, me conmovieron los hombres. Este juego del cortejo que yo no soporte mas que siete días y me retiro, lo han practicado los hombres por siglos, a pesar de rechazos, de desprecios, de maltratos, por parte de nosotras. De todas nosotras acostumbradas a que así debe ser, de todas nosotras que nos enseñan (y como nos enseñan) a mostrarnos inaccesibles, inalcanzables. Confirmo mi teoría de mujer feminista de la ¿sexta ola? o ya iremos por la séptima, que la lucha no es contra el hombre, sino contra esta cultura patriarcal que nos lastima tanto a nosotras como a ellos.
Luego de ese sueño me invadió una suerte de delirio erótico e inicie una embestida loca de mensajería de texto, donde proponía, declaraba, forzaba. Creo que violenté e intimidé, fui francamente mediocre, totalmente torpe y me avergoncé y me disculpé y me retire. Sin embargo, solo habían pasado unas escasas horas cuando regresó a mí la misma idea parásita con nombre de hombre y sonreí ante la idea de seguir cortejándolo aunque fuese de manera tan torpe. Lo imaginaba leyendo los mensajes algo atareado, lo imagine molesto por aquella invasión a su intimidad, a sus espacios laborales; lo imaginé en una reunión importante, de esas en las que se decide el destino del país, leyendo un mensaje cursi, romántico y empalagoso y me pareció de lo más interesante vivir esa experiencia, al menos era un juego que no había jugado. Seguí mandando mensajes a diestra y siniestra entre media mañana y media tarde, después de las cinco la historia se cerraba, enviaba un mensaje por día y nunca recibí respuesta. Hoy viernes, una semana después que se iniciara este Episodio Psicótico Breve, envié el ultimo mensaje y lo invite a almorzar: él pondría la fecha, sólo la fecha, pero igual no recibí respuesta. Conocí la indiferencia, el rechazo, el desprecio en el vacío del silencio. No me gusto ese juego en el que faltaba el Otro.
Entonces, después de terminar con las funciones que designan los roles domésticos, tome mi libro para comenzarlo a leer (La Biografía de Gandhi) , prendí un cigarrillo y me serví una taza de café; trate de leer, pero termine pensando en el cortejo y esta nueva posición que había jugado por algunos siete días y con la cual no había conseguido nada y me retiraba fracasada. Recordé las oportunidades en las que yo había estado del otro lado del campo, recordé: cuando Roberto me dijo que le diera tiempo, que Roma no se construyo en un día, que él cambiaria y yo no pude sino reírme imaginándolo construyendo Roma; recordé la cara de José Luis cuando le dije que él me caía muy bien pero era algo extraño: cuando él estaba no quería que se fuera pero cuando no estaba no quería que se apareciera, y él desapareció; cuando le dije a Miguel Ángel que él me parecía sumamente consentido para mi gusto, que para él iba bien una de quince (yo tenía diecinueve); cuando le di a Douglas mi dirección incorrecta por tres oportunidades y cuando le dije, al entregarme un poema, que mejor siguiera siendo Cirujano; cuando le dije a Jesús que dejara el drama que yo no era Lupita Ferrer; cuando le dije a Andrés, después que el me pidiera mi teléfono para llamarme el día de mi cumpleaños, que yo no estaba interesada en sus Felicitaciones; cuando le dije a José que lo que pasaba era que a mi me angustiaba su dificultad para respirar y no lo soportaba muy cerca (era asmático y atópico); cuando le dije a Jorge que me parecía un Psicópata; cuando dejé que mis hermanas atendieran al primer Jorge y yo nunca salí de mi habitación; cuando no sé que le dije a Juan Carlos que no me lo perdono; cuando después de acompañar a Nelson hasta la Maternidad Concepción Palacios, con objetivos muy particulares y antes que estos se cumplieran, me fui y le deje mi despedida en la recepción; cuando le dije a Moisés que no tratara de adivinarme y se llevara sus rosas y sus chocolates que yo no era tan cursi; cuando no conteste mas las llamadas de Johnny y lo volví a ver unos seis años después. Recordé que hace poco mi sobrinito de 16 años le pidió a su mamá que lo enseñara a bailar y después le pregunto:
- ¿tengo que sacar a bailar a las muchachas?
- Si!
- Y si me rechazan.
- Pues sacas a otra.
Recordé que hace años un amigo se estaba separando de su segunda esposa y al ir a visitar al hijo que tenia con su primera esposa ésta (que debió haberse enterado de su separación) comenzó a seducirlo, mi amigo me dijo:
- Te confieso que ganas de pasar la noche con ella no me faltaban, pero yo sabia que si yo dormía con ella esa noche, ella se iba a ilusionar y yo no tenia pensado volver con ella. No sabes lo difícil que fue decirle que no.
- Te lo creo y es que si los hombres dicen que No son maricos y si las mueres decimos que Sí somos putas.
Esta noche, como nunca, me conmovieron los hombres. Este juego del cortejo que yo no soporte mas que siete días y me retiro, lo han practicado los hombres por siglos, a pesar de rechazos, de desprecios, de maltratos, por parte de nosotras. De todas nosotras acostumbradas a que así debe ser, de todas nosotras que nos enseñan (y como nos enseñan) a mostrarnos inaccesibles, inalcanzables. Confirmo mi teoría de mujer feminista de la ¿sexta ola? o ya iremos por la séptima, que la lucha no es contra el hombre, sino contra esta cultura patriarcal que nos lastima tanto a nosotras como a ellos.
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