domingo, 22 de mayo de 2011

Contranatura....



Desde hace algún rato estoy convencida que vivir en esta contemporaneidad es algo más que difícil, es: “contranatura”; y es que no hay nada más antinatural que levantarse a las cinco de la mañana y acostarse a las once de la noche, comer cuando no se tiene hambre y aguantar hambre cuando no hay tiempo de comer, relacionarse día a día con gente que nos desagrada, aguantarnos el desahogo de cada necesidad “fisiológica” y hasta en ocasiones “satisfacer” un deseo que no existe. En conclusión, vivir en contra de todo ritmo circadiano. Por todo lo nombrado el sujeto actual no es más que un pobre individuo sobreadaptado que busca inventarse la vida para poder subsistir. Quizás uno de esos elementos que menos respeta la naturaleza humana es la actual Organización del Trabajo y es que como dice Dominique Dessors “trabajar significa enfrentase cotidianamente a peligros tales como el miedo, el aburrimiento, la humillación, la vergüenza, el sentimiento de injusticia, de traicionar las propias convicciones, etc; pero así y con todos estos desconsuelos hombres y mujeres lo vivimos como ese otro amor, ocupando un lugar tan central como éste en el devenir del sujeto”. En el momento en el que el trabajo comienza a ocupa ese lugar tan trascendental en la vida del sujeto, nuestra autoimagen se va conformando sustentada desde lo laboral, insertando a la “institución”, “empresa” u “organización”, como una pieza principal de nuestro Yo, y así mismo creemos que nosotros somos un trozo fundamental e indispensable de ese Gran Otro Idealizado. Es por ello que cuando el trabajador ya no es indispensable para la empresa y ésta empuja al individuo a su salida, ese abandono se vive como una herida narcisista en ocasiones más injuriosa que un divorcio o que una infidelidad. La próxima parada de ese trabajador es ese mundo angustioso, degradante y vacío llamado desempleo, ese mundo gris y fantasmático que nos persigue a todos y que estudios relacionados con Salud Mental lo asocian con el riesgo de perder la estructuración del tiempo, la anulación del sentido de comunidad, la lesión de las relaciones sociales y la identidad, cambios del comportamiento y trastornos en las funciones biológicas, e incluso para algunos hombres, determinados por los antiguos designios de la patriarcalidad, que se asumen obligatoriamente abastecedores de sus hogares, para esos hombres el desempleo puede llevar la cara de la disfunción sexual. Después de vivir esas dos etapas que nos queda decir cuando la empresa se niega a pagar los beneficios que por años un trabajador va acumulando para un probable futuro y así lo deja sin liquidación, sin pago de prestaciones sin ningún sustento económico para poder sostenerse mientras el duelo pasa, que nos queda decir sino que en este escenario la muerte ronda.
Esta historia que puede ser la mía o la tuya o la de cualquier mujer, le toco vivirla a Gloria, quien sin que se mediara entre institución y empleada media frase, supo que “las relaciones laborales” que ella mantenía con la institución, como Profesora de Inglés, se terminaron un día cualquiera del 2008; esa desilusión, esa despedida sin palabras dio su estocada final cuando no se le cancelo liquidación, ni prestaciones, ni nada que le hiciera sentir que valió la pena, que fue parte de la institución, que perteneció a un proyecto, no, simplemente para la “institución” Ella nunca existió, lo más que pudo haber sido fue un nombre que se publicaba de vez en cuando en una cartelera, porque nunca estuvo en una nomina. La caída de Ella fue estrepitosa, esa mujer que ya llevaba varios abandonos en su haber, como cualquier mujer de 54 años, que había soportado sobre sus hombros la crianza de dos hijos sin la menor ayuda, que había salido al mundo del trabajo desde joven ya fuera cuidando niños o haciendo tortas, un día quedo desamparada, con deudas, con obligaciones, con responsabilidades y un gran extravío, el extravió de la depresión y la angustia. Quizás porque aún existe en mi una dosis de a ratos inadecuada de idealismo, me afano en esperanzarme cada día para sobrevivirme y llegue a pensar que Ella podría superar y hasta ganar esa afrenta que decidió iniciar contra la empresa, pero cuando la realidad se estrella por enésima vez en mi cara la indignación me arropa, eso me volvió a pasar un día cualquiera de este 2010 cuando me entere que Ella ya no pudo soportar tanta angustia y tanta presión y la sorprendió la muerte en la figura aciaga de un Infarto.

miércoles, 18 de mayo de 2011

De los Libros de Autoestima y otros demonios...



Llama la atención cómo actualmente un grupo importante de personas se autocalifican como afanados lectores, y más llama la atención cuando preguntas los títulos de los últimos libros leídos como un grito colectivo puedes escuchar: El Alquimista, Verónica decide morir, Quien se llevo mi queso, El Caballero de la Armadura Oxidada, La culpa es de la Vaca, etc. Estas reflexiones nacen un día cualquiera de Abril cuando me dispuse a dar uno de mis cotidianos paseos por el C.C. Galerías Paraíso y entrar a NACHO; al llegar me tope de frente con una mujer que parecía sacada de una telenovela de Padrón: alta, morena, robusta, vestía un traje verde manzana muy vaporoso al estilo hindú, toda ella era verde manzana: el maquillaje de los ojos, los accesorios, la cinta con la que amarraba su cabello en una larga y postiza cola de caballo. Pero no fue su aspecto físico sino su discurso lo que más me consterno: con voz tenue y aplanada daba consejos a una ¿amiga?, ¿cliente?, ¿discípula? Con un aire etéreo le explicaba cómo debía mantenerse libre de todo mal sentimiento y pensamiento negativo de manera que ninguno de esos, pensamientos o sentimientos, se devolvieran como un boomerang y dieran de frente a su autoestima ¡¿?!.
Han sido tantos años oyendo hablar de autoestima que ya en la actualidad la palabra ha derivado en una idea mágica, un producto de mercado dirigido específicamente a la población mas vulnerable ya sea económica, cultural, emocional o intelectualmente, es el arco de triunfo que nos abrirá el camino hacia la gloria, el pasaje que nos conducirá a ese tesoro absoluto llamado felicidad. La mayoría de estos libros sustentan sus consejos en la idea de “quererse a sí mimos”, tergiversada y convertida en egoísmo, individualismo, egocentrismo, personalismo, impulsividad, irreflexión, negación de las emociones, eliminación de los procesos de duelo suplantados por el actuar inmediato, y al final del camino no se impulsa al cambio sino a la aceptación y casi resignación de quien eres y cómo eres ya que de lo contrario (no te quieres ni aceptas como eres) estarás dándole un golpe certero a tu autoestima y nadie querrá algo semejante!!!!
Quizás lo más dañino de éste manejo de la frase “autoestima”, es que provoca y sustenta la negación y decretan cuales son las emociones “buenas” y cuales son las “malas”, incitando al individuo a no autoevaluarse si de ello deriva alguna apreciación “negativa” por mas cierta que esta fuere. Recuerdo a un señor de 56 años que al levantarse por las mañanas se decía a sí mismo: no estás viejo, no tienes canas, no tienes arrugas; para él eran caricias a su autoestima que lo llevaron a una competencia con hombres mucho más jóvenes ocasionándole un episodio de angina de pecho o una señora quien confiesa no sentir odio por su exesposo en tanto ella no “alberga odio en su corazón” para ella él era solo “un perro muerto”, esa señora que tenia una seria dificultad para convertir en palabras sus emociones era una fiel lectora de libros de autoestima, lectura con la que acentuaba mas su dificultades de verbalizar sus emociones y acrecentaban sus enfermedades psicosomáticas en su caso la fibromialgia.
Estoy por creer que todo esto de los libros de autoestima son parte de una conspiración organizada por una abstracción creada desde mi paranoia y que llamo Orden Mundial, que nos quiere a nosotros sus ciudadanos, con un pensamiento único, creyéndonos lo mas humanos posible porque “no odiamos” ni nos quejamos, ni sabemos donde estamos parados, no cuestionamos, no dudamos, solo vivimos “felices” y “exitosamente resignados” en una suerte de “Mundo Feliz” con una sonrisa trastornada en nuestros labios.