En muy pocas cosa creo identificarme con mi padre, de hecho, evaluando muy fríamente mi patobiografía, de él sólo me quedó esa exaltación casi irresponsable que lo tomaba en Navidad, bastó solo un pequeño momento de mi historia infantil en el que salí con él y mis hermanos en Navidad para comprar algunas cosas, bastó verlo jugar en la juguetería como si fuese un niño, bastó verlo moverse en una ciudad, aun no tan congestionada, y desearle a cualquier desconocido una FELIZ NAVIDAD HERMANO!!, bastó ver como el sacaba sonrisas navideñas para decidir inconscientemente que robaría furtivamente ese elemento de él y lo haría mío. Desde entonces las Navidades y sus fiestas forman parte de una de las épocas del año con mayor carga de afecto para mí, la vivo con una especie de ternura indescriptible, la percibo en la temperatura y los olores del aire, se me instala en la boca del estómago como una cosquillita infantil. Pero, una de las cosas que más disfruto de la Navidad, son los días posteriores a las celebraciones, es decir 25 y 1ero. Esos dos días la televisión es la protagonista, en pijama y comiendo hasta la gula sobras del día anterior, La Gran Caja Idiota es el centro de atención; me molesta que me visiten, que me separen de ella, de pequeña, durante esos días, pude deleitarme con: Los Picapiedras en Navidad, Mickey en Navidad, El Pato Lucas en Navidad, El Pájaro Loco en Navidad, Bugs Bunny en Navidad, La Pantera Rosa de Navidad, Los Supersónicos en Navidad, Snoopy en Navidad, Los Muppets en Navidad, El Tamborilero, Rodolfo El Reno, “La Cerillera” de Hans Christian Andersen, Milagro en La Calle 34, “El Gigante Egoísta” de Oscar Wilde, me saboree muchos Clásicos que en otra época del año no trasmitían como: Juanito Manzana, Juventud Enamorada y Pecos Bill, todas de un mismo largometraje de Disney; pero de tantas películas que veíamos una pasó a formar parte de la tradición por varios años de mi infancia, se llamaba “Cómo Odeón se robó La Navidad” (How The Grinch Stole The Christmas), es una película animada estrenada en 1966 y transmitida, en éste país al menos, en los setenta, fueron varios años que la pasaron y nosotros la esperábamos con paciencia de jardinero, luego fue sustituida por cualquier otra más comercial y años después se popularizaría en película bajo la actuación de Jim Carrie, como “El Grinch”, nunca la vi, no me gusta Jim Carrie y nunca podría alcanzar a representar a mi querido Odeón. De esa época recuerdo haber visto por primera vez uno de mis cuentos preferidos “Un Cuento de Navidad” de Charles Dickens, he visto ésta película en muchas versiones: en Los Picapiedras; con Mickey Mouse como Bob Cratchit y el Pato Donals como Ebenice Scrooge; la película “Un Cuento de Navidad” de 1951; una versión muy divertida y ochentosa con Bill Murray llamada “Los Fantasmas atacan al Jefe” y en los últimos años muy buenas versiones como la de Murakami ( 2001), Los Fantasma de Scrooge de Disney en 3D (2009) y aunque no lo crean Un Cuento de Navidad con Barbie.
Lo cierto es que la Televisión sigue siendo la principal protagonistas en mis días posteriores a las fiestas de Navidad y Año Nuevo, sin embargo se llena uno de desencanto cuando en las mañanas de 25 y 1ero, con la pijama respectiva y las sobras recalentadas, se dispone a ver películas y no encuentra ninguna que esté a la altura de la tradición. En los últimos años he visto cinco veces “Una Navidad de Locos” y en practica continua del zapping no logro descubrir alguna película que me atraiga y muy pocas llevan como referente la Navidad, a menos que sean algo como Un asesinato en Navidad o Persecución de Navidad o Ataque Terrorista en Navidad o Invasión Alienígena en Navidad o El Hombre Lobo en Navidad. Pero las tradiciones deben defenderse, una de esas defensa es transmitirlas a la nueva generación, que las transformará con mucha creatividad, y por ello, junto con mi hija, llevo una colección de CD (por ahora) que resguardo en mi closet por un año y cada diciembre la sacó y le agrego una nueva película, algunas veces elegida por mi hija, y aun puedo darme el gusto de ver: “Cómo Odeón se robó La Navidad”, “Un Cuento de Navidad de Barbie”, “Un Invierno Mágico de Disney”, ”Todos los perros van al cielo (Una tierna historia Navideña)”, “El expreso Polar”, “Rudolph: el reno de la nariz roja”,” Una Navidad con Dora”, “Un cuento de Navidad de Murakami” y “Los Fantasma de Scrooge”. Sin embargo mi primera elección siempre será la televisión, a pesar de las nuevas tecnologías, porque como dice Omar Rincón en su libro: Televisión, video y subjetividad: “la televisión se hizo para contar historias, las mas atractivas, las más sutiles, es un acto simple y espontaneo para encantar la cotidianidad”.
Lo cierto es que la Televisión sigue siendo la principal protagonistas en mis días posteriores a las fiestas de Navidad y Año Nuevo, sin embargo se llena uno de desencanto cuando en las mañanas de 25 y 1ero, con la pijama respectiva y las sobras recalentadas, se dispone a ver películas y no encuentra ninguna que esté a la altura de la tradición. En los últimos años he visto cinco veces “Una Navidad de Locos” y en practica continua del zapping no logro descubrir alguna película que me atraiga y muy pocas llevan como referente la Navidad, a menos que sean algo como Un asesinato en Navidad o Persecución de Navidad o Ataque Terrorista en Navidad o Invasión Alienígena en Navidad o El Hombre Lobo en Navidad. Pero las tradiciones deben defenderse, una de esas defensa es transmitirlas a la nueva generación, que las transformará con mucha creatividad, y por ello, junto con mi hija, llevo una colección de CD (por ahora) que resguardo en mi closet por un año y cada diciembre la sacó y le agrego una nueva película, algunas veces elegida por mi hija, y aun puedo darme el gusto de ver: “Cómo Odeón se robó La Navidad”, “Un Cuento de Navidad de Barbie”, “Un Invierno Mágico de Disney”, ”Todos los perros van al cielo (Una tierna historia Navideña)”, “El expreso Polar”, “Rudolph: el reno de la nariz roja”,” Una Navidad con Dora”, “Un cuento de Navidad de Murakami” y “Los Fantasma de Scrooge”. Sin embargo mi primera elección siempre será la televisión, a pesar de las nuevas tecnologías, porque como dice Omar Rincón en su libro: Televisión, video y subjetividad: “la televisión se hizo para contar historias, las mas atractivas, las más sutiles, es un acto simple y espontaneo para encantar la cotidianidad”.